Comienza un proyecto, un año nuevo o una etapa de nuestras
vidas y nos decimos: a partir de hoy voy a… estudiar un idioma, comprarme un
auto nuevo, vestirme diferente, cambiar el color de pelo, cambiar de trabajo,
aprender a manejar, ir al dentista, bajar cinco kilos… y una larga lista de
deseos. Los comienzos nos llevan a hacer un listado de sueños, metas,
objetivos. Y es muy bueno que esto ocurra. Nos orienta, nos enfoca, le da una
dirección a nuestra energía y a nuestra acción.
Y si bien nuestro listado
abarca muchos temas y puede ser tan largo como cada quien se anime a cumplir,
pocas veces he visto en él algunos temas fundamentales, que hacen a mejorar
nuestra calidad de vida. Más de una vez me pregunté por qué ellos no aparecen.
Y llegué a una simple conclusión: no los incluimos porque parecen obvios. Y de
tan obvios, los olvidamos, no los registramos o tenemos el convencimiento de
que los estamos haciendo lo mejor que podemos y, por lo tanto, no necesitamos
aprender nada diferente.
¿Cuáles son estos temas? Mejorar nuestra
respiración, nuestra comunicación con los demás o con nosotros mismos, nuestras
emociones –revisar qué hacemos con nuestros enojos, nuestros miedos, nuestras
ansiedades, nuestra rigidez, cómo aumentar nuestra energía en el cuerpo, cómo
podemos amar mejor (sí, amar mejor… sin tantas condiciones, sin juicios, sin
miedos, con más confianza, sin reclamos…), cómo podemos silenciar nuestra
cabeza, cómo podemos lograr que haya equilibrio entre nuestro cuerpo, nuestros
pensamientos, emociones, sentimientos y nuestra alma (quizás hasta podamos
incluir en la lista “registrar la presencia de nuestra alma”).
Si tuviera que pensar en preguntas
que me ayuden a hacer mi listado pondría algo así como:
En cuanto a la respiración: ¿busco
oxigenar mejor mi cuerpo? ¿Busco espacios más sanos para respirar? ¿Cómo
purifico mis pulmones? ¿Puedo aprender nuevas formas de respirar que me
permitan sentirme diferente? ¿Busco desbloquear emociones que me hacen mal a
través de la respiración?
Y si hablamos de comunicación, las
preguntas serían: ¿cómo me comunico con los demás? ¿Mis relaciones están en
equilibrio? ¿Hay algún vínculo que me gustaría mejorar? ¿Tengo muchos
conflictos con las personas? ¿Cómo los resuelvo? ¿Cómo juzgo a los demás? ¿Cómo
me juzgo a mí mismo? ¿Cómo estos juicios afectan mi relación con las personas?
¿Qué debería cambiar? ¿Me siento escuchado? ¿Los demás se sienten escuchados
por mí?
Me preguntaría: ¿cómo hago para que no
me salten mis enojos? ¿Cómo hago para que mis miedos no destruyan mis
proyectos, o mis relaciones o me boicoteen mis posibilidades? ¿Mi rigidez me
hace sentir atrapado? ¿Me permito sentirme libre?
Con respecto al silencio: ¿me doy
tiempo para encontrarme con el silencio creativo o para no reaccionar frente a
las circunstancias? Respecto a mi propio equilibrio me pregunto si lo busco y
cómo lo busco.
Estas preguntas nos ayudan a hacer
conciencia sobre estos temas. Armar una lista nos permite incluirlos como parte
del compromiso que tenemos con nosotros mismos. Y dar un paso hacia ellos
cambia nuestra calidad de vida.
¿Se animan a hacer su propia lista?
En esta columna, estaremos viendo
algunas de estas herramientas. Los invito a hacerse estas preguntas y a buscar
en el silencio y la respiración muchas de las respuestas que están dentro de
nosotros. Y cuando estas respuestas aparecen, nos damos cuenta de que nuestro
ser es mucho más de lo que aparece en el ruido de la comunicación cotidiana.
Podemos aprender nuevas formas de relacionarnos con nosotros mismos y con los
demás, con más libertad, menos estrés y más amor.
¿Me acompañan a recorrer este camino?
Laura Barrera. Escritora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario