Un joven estudiante de un camino espiritual visitó cuanto maestro pudo. Participó de retiros, meditaciones, sintiéndose muy entusiasmado con su progreso espiritual.
Sólo quedaba un maestro por visitar. Cuando fue a verlo, tenía grandes deseos de mostrarle sus logros y pronunció solemne:
- Los seres vivientes, después de todo, no existen. La desilusión, el entendimiento, los eruditos, la mediocridad tampoco. No hay nada que dar pues todo nos ha sido dado. Y nada de todo esto existe
El maestro guardó silencio, mientras encendía su pipa. Repentinamente, golpeó al joven con su pipa de bambú. Esto hizo enfurecer al joven.
Si nada existe – preguntó el maestro - ¿de dónde proviene esa ira?
Un Curso de Milagros nos explica profusamente de dónde proviene la ira, las citas son abundantes. Sin embargo, hay una que por su profundidad y claridad se distingue entre todas.
La ira no es más que un intento de hacer que otro se sienta culpable. (T-15.VII.10.3)
¿Quién no se ha enojado cuando alguien no cumplió con la función que le habíamos establecido? ¿ Quién no se ha enojado cuando alguien no se comporta de la forma esperada?
Hemos escuchado al ego y tejido ilusiones. Nos hemos sentido atacados y por ende, hemos justificado la ira.
Pero ahora ya estamos listos para abandonar viejos esquemas. Estamos listos para recibir la paz de Dios que no puede manifestarse plena en donde mora la ira.
Cuando estés dispuesto a asumir total responsabilidad por la existencia del ego, habrás dejado a un lado la ira y el ataque, pues éstos surgen como resultado de tu deseo de proyectar sobre otros la responsabilidad de tus propios errores. (T-7.VIII.5.4)
Simple. Incuestionable. Ahora toda situación ha dejado de ser un medio para justificar la ira sino más bien es una oportunidad para justificar el amor.
Por eso,
En toda dificultad, disgusto o confusión Cristo te llama y te dice con ternura: "Hermano mío, elige de nuevo". (T.31.VIII.3.2)
Milagros en Red
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