Nuestra alma elige los padres y las
circunstancias de nacimiento por razones muy precisas. Venimos a experimentar
una serie de vivencias para sanar una serie de heridas, y así integrar la
personalidad con el alma. Venimos a aprender a aceptar y amar incondicionalmente
partes de nosotros que hasta ahora han vivido ignoradas y con miedo. Somos
atraídos hacia padres con heridas como las nuestras para recordarnos qué hemos
venido a amar. Aprender a aceptar nuestras heridas es aprender a ser
responsables y a amarnos incondicionalmente, y esa es la llave para la
transformación y la sanación del alma. ¿Te has dado cuenta que cuando acusas a
alguien de algo, esa persona te acusa a ti de lo mismo? Chequealo con la otra persona, y aparte de
sorprenderte, verás cómo te liberas de juicios
No aceptar nuestra herida, sentirnos
culpables, con vergüenza o juzgarnos, es atraer circunstancias y personas que
nos harán sentir esa herida no aceptada. Aceptar la herida no significa que sea
nuestra preferencia tenerla; significa que, como seres espirituales que
elegimos vivir la experiencia humana para espiritualizar la materia, nos
permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos y aprender de la experiencia.
Mientras haya miedo, hay herida y hay un juicio o creencia que bloquea su
sanación. Cuando aprendemos a aceptar nuestras heridas estamos desarrollando el
amor y estamos espiritualizando la materia.
Herida de rechazo:
El adulto que tiene esta herida vivió
experiencias de rechazo en su niñez y tendrá la tendencia a rechazarse a sí
mismo y a los demás, también rechazará experiencias placenteras y de éxito por
el profundo sentimiento de vacío interno y por tener la creencia errónea de ser
”poco merecedor.” Culpa a los demás de ser rechazado y sin ser consciente de
ello, es él quien se aisla creando así su círculo vicioso.
Su principal conducta es la de huidizo.
Tiende a huir de las situaciones desagradables. No es muy partidario a
socializar y tiende a abandonar lo que inicia. No se apega a las cosas ni a las
personas. Considera sus relaciones y su dinero útiles aunque no le generan
placer.
No sirvo para nada, lo que digo no le
importa a nadie, no sé para que participo, no tengo capacidad para hacer esto,
soy malo para esto, nadie me escucha… Éstos son los tipos de pensamientos que
tiene y la forma de expresarse ante una dificultad.
Afecta a la persona en el nivel del SER.
Herida de abandono:
La soledad se convierte en el peor miedo
de quien vivió abandono en la infancia. Y su herida se convierte en su
paradoja: “Quien vivió abandono tenderá a abandonar proyectos y parejas, hasta
que haga consciente su carencia y se haga responsable de su vida y su soledad.
Y piensa: Te abandono yo, antes de ser abandono por ti”.
Su principal conducta es la de
dependiente. Su mayor temor es la soledad y no soporta estar a solas consigo
mismo; al final acaba estando solo. Es retraído, no le gusta el contacto con
los demás. Genera un verdadero drama ante una mínima situación sin importancia.
Solicita y busca el apoyo de los demás ante los conflictos.
No estoy dispuesto a soportarlo más,
nadie me apoya en esto, nadie me ayuda, prefiero estar solo, tú verás lo que
haces, si abandonas no vuelvas…, son sus modos de comunicarse ante un problema.
Afecta al TENER y al HACER
Herida de humillación:
Los adultos que tuvieron experiencias de
todo tipo de abusos, incluyendo el sexual, o experimentaron humillaciones,
comparaciones o que fueron ridiculizados, avergonzados por su aspecto físico,
por sus actitudes y/o comportamientos durante su niñez, suelen llevar esa carga
a cuestas y la mayoría de las veces son seres inseguros, tímidos e indecisos
que en lo más profundo de su ser se sienten culpables y no creen tener derechos
elementales, e incluso pueden dudar de su derecho a existir.
La conducta principal es de dependiente.
Es orgulloso, rígido y masoquista, generando cierto placer en el sufrir.
Necesita estar atado a otras personas y cargar con los problemas de los demás.
No lo merezco, no soy digno, soy muy poca
cosa para esto, no tiene importancia… son algunos modelos que usa habitualmente
para expresarse
Herida de traición:
El adulto con herida de traición será un
desconfiado empedernido, ya que no se permite confiar en nada ni nadie. Su
mayor miedo es la mentira y buscará de manera inconsciente involucrarse en
situaciones en las que irremediablemente será traicionado. Cumpliéndose la
profecía que él mismo decretó: “No confíes en nadie, todo mundo traiciona”. La
mayoría de quienes experimentan celotipia tuvieron vivencias de traición en su
niñez.
La principal conducta es la de
controlador. Le gusta tener el control sobre los demás para así evitar ser
traicionado. Su carácter es fuerte para justificar su capacidad de control y le
gusta manejar grupos. Los mayores miedos del controlador son el disociarse de
sí mismo y separarse o perder a su pareja.
Suele confirmar sus principales temores
provocando que se produzcan.
Permíteme terminar, aún no he acabado de
hablar, ¿me entiendes, verdad?, ten confianza en mí, déjame que lo haga solo,
yo lo sé hacer bien, justamente es lo que quiero, exactamente es lo que tienes
que hacer, tienes lo que te mereces, es la forma común de comunicación del
controlador.
Herida de injusticia:
Experimentar la inequidad es el peor
enojo de quien tiene herida de injusticia, y es posible identificar a quienes
la han vivido en su niñez al observar las reacciones desproporcionadas y
neuróticas ante alguna situación injusta. Todas las personas en algún momento
hemos vivido o presenciado situaciones injustas, sin embargo a quienes tienen
la herida les es imposible lidiar con ello y sus reacciones tienden a la
autodestrucción. Una de las características más importantes es su gran temor a
equivocarse y su tendencia a buscar la perfección, lo cual les trae mucha
frustración y su gran reto para sanar es buscar la flexibilidad y la humildad.
Su principal conducta es la rigidez.
Intentan ser muy importantes y proyectar fuerza y poder. Fanáticos del orden y
de conducta perfeccionista, solo confían en sí mismos y les cuesta tomar
acción. Le gusta dar órdenes y dirigir.
Justamente eso es lo que quiero,
exactamente es lo que debes hacer, creo que es justo, estás de acuerdo conmigo…
es la manera de comunicar más común.
Desafortunadamente, cuando nos negamos la
oportunidad de trabajar en la sanación de estas heridas, estaremos repitiendo
patrones conductuales enfermos que a nosotros nos dañaron en nuestra niñez y de
forma inconsciente se perpetuará el círculo vicioso del cual hemos huido,
dañando ahora a nuestros hijos. Las heridas se muestran en nuestra comunicación
llena de chantajes, manipulación y control, afectando así la calidad de nuestra
relación con ellos.