Estoy convencido de que a través de
las relaciones nuestra vida se va modificando.
A veces para avanzar, cuando alguien
confía en nosotros, o para detenernos, si es que hemos sido atacados y nos
quedamos frustrados con eso.
Pero creo que deberíamos estar más
atentos a las relaciones en general, porque pensamos que solo tienen poder
aquellas que llamamos importantes, como las de pareja, las familiares, la de
los amigos o las del trabajo, cuando en realidad, en cada encuentro que
tenemos, con cada persona que cruzamos nuestra energía, estamos posiblemente
modificando la nuestra y la del otro. Por eso, todos los encuentros tienen
valor.
Quizás hay cosas de mí que no puedo
ofrecerlas en mi familia, como la tolerancia, pero la tengo con alguien que
ocasionalmente me cruzo en una tienda. O al revés.
Lo cierto es que cada persona con la
que comparto un momento de mi vida, es una oportunidad para aprender más de mí,
para confrontar mis miedos y mis limitaciones. En el ascensor, en el parque, en
la cama o la que está sentada frente a mí en el restaurante. Todas.
Igualmente estamos afectando a otras
personas con nuestra presencia. Quizás nos encontremos con alguien que no se ha
permitido recibir amor en su círculo familiar, pero una palabra amorosa de
nuestra parte en un encuentro ocasional, en el supermercado, en el trabajo o en
una reunión social, puede recordarle el valor que tiene.
También me he dado cuenta de
que nuestras mascotas pueden ser un espejo para nuestros miedos o para el amor.
Si pudiéramos observarnos en relación con ellos estoy seguro que no
demoraríamos en darnos cuenta dónde tenemos puesta nuestra energía ese día.
No dejemos pasar ninguna oportunidad
para reconocer nuestros miedos y darnos la posibilidad de transformarlos en una
actitud más amorosa. Todo el tiempo, con todas las personas, en cada encuentro,
tenemos la oportunidad de sanarnos ofreciendo amor.